viernes, 1 de abril de 2011

Caricias.

Mi cuerpo se estremece. Mi espalda quiere retorcerse. Mis ojos se cierran lentamente para apreciar con sutileza y empeño el torpe recorrido que hacen tus dedos por un sendero. Mi sendero. Mi piel.
Cada parte que tocas con tus dedos quiere quedarse a vivir en ellos.
Una inocente sonrisa se torna en mis labios, y un suspiro, espirado por la nariz, la acompaña.
Dibujas en mi espalda abstractas figuras que se quedan grabadas en mí.
Cambias de camino.
Diriges tus yemas a mi vientre. Rodeas mi ombligo y subes hasta el estómago, donde perfilas un corazón.
Noto cómo mi piel está viva. Noto cada una de tus huellas dactilares. Siento, cómo cada poro de mi piel despierta.
Llevas tu dedo índice a mi boca. Y con él te paseas por mis labios. Por mi nariz. Por mi frente.


Caricias. Una droga a la que no quiero dejar de ser adicta.

2 comentarios:

  1. Estos pensamientos puestos por escrito están muy bien, Lucía.
    Creo -ojalá- que estamos asistiendo al nacimiento de una excelente lectora y -quién sabe- estupenda escritora.
    Ánimo.
    Seguiré cuando pueda tus textos.

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  2. La idea de ser escritora no me atrae mucho, pero gracias. Y lo de lectora, me estoy aficionando, jejeje.
    Muchas gracias por haber leído las entradas. me ha hecho mucha ilusión. Y acepto críticas constructivas. Jejejeje.
    Un beso ! :)

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