sábado, 10 de diciembre de 2011

22:35

Esta entrada se lee mientras suena la pieza musical.



22.35 p.m. Día: 11 de Diciembre. Lugar: mi cuarto.
Mi hermana aparece con los ojos enrojecidos por el llanto. Su cara expresa dolor. Se sienta en mi cama. A continuación mi madre, que trae los ojos llorosos.
Mi hermana rompe a llorar.
.- Se está muriendo-. dice.
Mi madre la abraza.
.- Ya no le responden las piernas. No puede andar. Y el habla también se ha visto perjudicado. Cambia palabras por otras. Le queda muy poquito-. me cuenta mi madre.
Contengo las lágrimas.
.- ¡Yo no quiero que se muera!-. se queja mi hermana.- ¡No es justo!-. continúa llorando.


Y yo allí, en mi sillón, conteniendo las lágrimas. Pensando en el dolor que siente por esa maldita enfermedad. Pensando en lo mucho que han compartido mi madre y ella. En lo joven que se va a ir.

.-Los médicos no saben cuánto tiempo le queda, pero es poco-.


¡¡Y es que no me entra en la cabeza cómo las almas más buenas tienen que dejarnos!!
Esta entrada, escrita con lágrimas, es la prueba de que nadie es eterno y que todo es efímero.



Chari, me arrepiento de no haber pasado más tiempo contigo. Siempre te llevaré en mi corazón. Serás parte de nosotros todos los días.
Sólo te pido, que si aún te queda un aliento, una chispa de fuerza, no la pierdas.
Te queremos.
Hasta siempre.

Esta entrada es una despedida a una maravillosa persona que ha llegado a nuestras vidas y a nuestros corazones. Años de convivencia con ella dan al fruto de un fuerte lazo de cariño y amistad, y el que te marches ahora supone un golpe muy fuerte para todos nosotros.
Te echaremos siempre de menos.
Ya no será lo mismo sin ti.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

¿...?

Apago la música. Cierro la puerta. Apago la pantalla del ordenador dejando a los que me hablan con la palabra en las manos.
Miro al techo y me pregunto: ¿Las golondrinas son símbolo de libertad? ¿ Es mi pelo comparable con el chocolate? ¿Acaso mis perlas, bordeadas por mis labios, dan la sensación de felicidad?
¿No es cierto que toda sonrisa es diferente y que cada uno muestra millones de estados de ánimo? ¿No es cierto que las manos pueden llegar a hacernos llorar? ¿Puede ser un dibujo lo suficientemente malo para sentir el fuerte impulso de matar a alguien? ¿Acaso no hemos sentido la necesidad de morir, y ver si aquél al que más querías se dignaba a derramar una lágrima por ti? ¿No es cierto que nos vestimos con tantas capas en invierno que nos parecemos a las cebollas? ¿Miento si reconozco haber sentido pena de mi misma? ¿No te has dado cuenta que ésta entrada sólo tiene preguntas estúpidas?

¿Sabes cómo me siento ahora? No.
¿Sabes cómo me sentía antes? Tampoco.
Y por supuesto, no sarbás cómo me sentiré después.

¿Qué significa ésta entrada? Puede significar mucho, y nada.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Mi mundo.

Sucias palabras salen de tu boca. Escupes veneno con cada sílaba. Arden los bosques con las miradas que me echas.
Agitas los brazos. Tu cara se torna asesina. Das vueltas. Gritas. Me señalas. Te señalas.
Llevas tu mano al corazón. La respiración se agita en mí.
Sigues diciendo todo lo malo de mi. De ti. De nosotros.
Me echas las culpas de tu reacción. Me dices que nunca me lo perdonarás. Te culpas a ti por el principio de algo que no acabo de entender todavía.
Tu voz se vuelve más suave. Pero ahora, tus palabras son dagas, que como armas infernales, se clavan en mi cuerpo, provocando un sangrado continuo de dolor, arrepentimiento, confusión, y llanto.
Mis pupilas nadan sincronizadas en un mar de angustia salado y tibio.
Te paras en seco, me miras, e, irónicamente, te ríes. Me tachas de estúpida por llorar. Un suspiro ronco de desesperación sale de tu boca.
.-¿No piensas decir nada?-. dices.
Mi mente empieza a crear un discurso. Quinientas palabras, comas correctamente colocadas. Acentos, diptongos. Todo lo necesario para leer un texto digno de un rey, o por lo menos de un alcalde.
Mi cabeza niega todo ejemplo de vocablo.
En ese momento, subes los ojos al cielo.
Coges tu chaqueta y cierras la puerta principal tras de ti.
Lágrimas de perdón e incertidumbre escapan de mis ojos.
Una patada vuela hacia la pared.
Me voy a mi cuarto.
Me adentro en mi santuario. Es mi armadura.
Mi mundo.
Cierro la puerta. Suspiro.
Ya estoy a salvo.