lunes, 6 de febrero de 2012

Para Javi. :)

Alba dejó caer un beso en la frente de su caballo. Pasó el dedo por el hocico y con paso elegante, el equino trotó hacia el abrevadero. El sol se colaba por una rendija de la cuadra e iluminaba a la joven como si de un foco se tratara. Se oyó el tintineo del cascabel que uno de los gatos llevaba atado al cuello con un delicado lazo de raso rojo. Alba salió de la cuadra y recordó, sin querer, a su hermano, que fue ejecutado por la ley del Terror, sin ser culpable de nada. Caminó hacia el jardín trasero de su gran casa y se sentó al lado del monumento funerario que habían levantado en su recuerdo. Justo al lado había un naranjo, y, debajo del mismo, un saco lleno de sus frutos, podríamos decir un kilo, aproximadamente. La joven, alargó la mano y cogió una. La desgajó y mordió una de las porciones. Incomible, como la idea de no poder abrazar más a Joan. Se levantó y caminó. Salió de su finca y recorrió el estrecho sendero que la llevaba hacia el lago. Una vez allí, se acordó de que llevaba aún esa naranja tan agria y la lanzó al agua. Esperó a que el agua volviera a su quietismo y observó su reflejo y se percató que la doncella le había hecho un peinado bastante ñoño e insulso. Tras unas acuosas muecas y pasar varias veces la mano acariciando el agua. Se incorporó para recolocarse el corsé y las largas faldas. Siguió caminando alrededor del gran lago, pero llegó un momento en el que necesitaba descansar. Se recostó pues en la hierba. Recordó el dulce sabor que dejan las uvas y el queso y poco a poco se fue quedando dormida, mientras una brisa fresca y perfumada la mecía. Comenzó a soñar. Primero, visualizó un barco, un gran navío de guerra. Doscientos cañones a estribor y babor. El palo mayor. Las grandes velas de un blanco comparable sólo con el de la nieve. La proa, con detalles en oro, rompía el mar a su paso. De pronto vio a su padre a la cabeza de la tripulación. Gritaba algo referente a Waterloo. De pronto, otras naves comenzaron a cañonizarles.
 Alba podía sentir en su piel los choques que provocaban las grandes bolas de plomo que rompían el barco. Los tambaleos provocados por la marea que poco a poco se iban volviendo más fuertes. La joven se removía en la hierba, e incluso llegó a pedir ayuda hablando, pero en sueños. Sin embargo, la pesadilla continuaba. De repente, el palo mayor fue alcanzado por un cañonazo y lo partió por la mitad. Éste comenzó a caer. El ruido se confundía con el de los cañones y las olas rompiendo. La joven pudo observar cómo su padre quedaba sepultado bajo la mojada madera.
En ese momento, se despertó.
Respiraba arrítmicamente. Se notó el pulso demasiado acelerado, y por más que intentaba relajarse e inspirar profundamente, el corsé se lo impedía.
Se relajó como pudo y decidió volver a casa. Se alisó con las manos la falda. Se quitó, delicadamente, alguna hebra de césped y emprendió el camino de vuelta.
Seguía un poco tensa por la pesadilla, pero pronto se relajó cuando, al entrar a la casa vio a su padre, sentado en el sillón fumando tabaco.
La joven, sonrió aliviada y subió las escaleras de mármol que conducían al piso de arriba, en busca de su habitación. Abrió la puerta apoyando suavemente la mano en el pomo y entró. Era una habitación amplia. De colores pastel, aunque predominaba el crudo. Apoyó, primero el hombro y luego la cabeza, en una de las columnas de su cama, de donde pendía un dosel de finos brocados en hilo y plata. 
Se descalzó. Primero el zapato derecho. Luego, el izquierdo. Siempre el mismo ritual. Los cogió y los colocó detrás de la puerta. La pesadilla la había dejado un poco aturdida. 
Paseó por su habitación en busca de algo que hacer, para poder despejarse un poco. Pasó los dedos por las pequeñas placas de metal de su xilófono. Recuerdo de su madre, que falleció de tuberculosis a los 5 años de haber nacido Alba. 
En ese instante alguien toca la puerta y se asoma. Era Gèrard. Su prometido. Se dirige hacia él y éste la besa tiernamente en la mejilla. 
Ahora se sentía segura. Tenía a su amado entre sus brazos mientras le susurraba "te quiero" al oído. Ya nada podría salir mal.


















P.D: Esta entrada está dedicada a Javi, el profe de Sociales que sustituyó a María durante el primer trimestre. Siento haber tardado tanto pero sigue sin ocurríseme ningún final para ésta historia, así que, como has podido comprobar, la he editado y reestructurado mejor, ya que tenía ahí grandes fallos. Espero que te haya gustado, y decirte, ya por último, que has calado hondo y te echamos de menos. Eres muy buen profesor. Un beso enorme.


                                                                                                                                                      Una alumna que no te olvidará.♥

2 comentarios:

  1. me gusta mucho tia :)
    en mi clase también se le echa de menos :'(

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  2. Hola Lucía!! Soy Javi tu profesor de Historia.. Gracias por acordarte de mí y por tus halagos (a tí también dulce miel ácida) pero todo el merito de este cuento es tuyo, yo me limité a frotar la lámpara por donde salió todo tu genio y tu talento...
    Es fácil enseñar cuando uno tiene una motivación y unos alumnos como vosotros.
    Enhorabuena por el estupendop blog.

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