domingo, 21 de abril de 2013

Mon petit.

Cada día que suena mi despertador a las siete y media de la mañana, cuando el sol aún se despereza entre la maleza de las montañas que lo arropan.
Cuando la luna aún se despide con pañuelo blanco y lenta partida.
Cando las nubes se tiñen de malva, naranja y celeste.
Pienso en ti.
En tu risa, en tus labios, en tus ojos clavados en los míos. En tus manos, en tus abrazos, en tu voz. 
Y sólo me sale quererte.

Que me llamen loca si así lo desean. Cursi, tonta, ñoña o criaja. Que me llamen confusa, estúpida o adolescente. Que me llamen como quieran. Pero, te quiero.

Te quiero a pesar de las peleas, los piques, los llantos, las sonrisas que se pierden en el aire. 

Te quiero por todo tú, por ser quien de verdad eras. Por dejar que te quiera a mi manera. Por soportarme en mis días sensibles, odiosos, horribles, negros, rosas, tristes, rabiosos y un largo etcétera. Por ayudarme y dejarte ayudar. Por escuchar mis penas y celebrar mis alegrías. Por soportar mis manías y mis costumbres y respetarlas. Por intentar entenderme.

Eres la primera persona que me hace feliz con pensarla.


Te quiero, pequeño.