domingo, 3 de noviembre de 2013

Veintiocho miradas

Despertar a tu lado.
Qué hermoso hallazgo.
Sentir tu respiración en mis manos me ha hecho salir de un sueño que no me molesto en recordar.
Te miro.
Sigues profundamente dormido.
Son las seis de la mañana, y el cielo clarea. Un poco de luz entra por la rendija de la ventana. Lo suficiente para perderme en ti.
El helor se hace notar, la ventana tiene una hoja abierta, pero muy poco.
La misma respiración que me ha despertado se hace hueco en mis oídos. Inspiraciones rápidas y cortas. Como si te fueran a quitar el aire.
Agarrado a la almohada, como si fueras a caer por un precipicio, sueñas.
No puedo dejar de mirarte. Observarte.
Pero no tengo palabras.
No logro describir cúan afortunada me siento de tenerte a mi lado este amanecer.
De poder despertarme y sentirte aquí, tan cerquita. Tan calentito.
Y cuando el sueño vuelve a pedirme que vuelva, cambio de postura, esta vez, te doy la espalda.
Y justo cuando ya estoy casi dormida, noto cómo te revuelves y pasas un brazo por encima de mi cintura, te pegas a mi para no soltarme y me besas en la espalda algodonada.
Tu calor me envuelve por completo. Me relaja. Me adormece.

Creo que ya puedo volver a soñar.
Pero esta vez me acompañas tú.