viernes, 4 de septiembre de 2015

Puedo afrontarlo, sólo necesito amor

Los días están pasando cada vez más rápido y el tremendo cambio se avecina. No sé si estoy contenta o no, pero lo que sé es que tengo miedo. Y lo peor de todo es, que te busco, y no te encuentro.

Una persona aterrorizada por lo nuevo, sabe que va a pasar, pero necesita apoyo por mucho que ella sola pueda con todo lo que se proponga.

No paro de pedirte ayuda, aunque sean cosas estúpidas, y me das la espalda con una excusa cutre o con un enfado. Ni te imaginas lo que puede llegar a doler.

Voy mendigando cariño porque me siento indefensa. Tengo miedo, joder, mucho miedo al cambio, a irme, a no ver a los míos por bastante tiempo. Es una ciudad desconocida, donde me pierdo sin querer. Gente nueva, clases nuevas, absolutamente todo nuevo. Y no, no hay nada malo. Pero, ¿jamás has sentido la desprotección de lo desconocido?

Estoy agotada de pedirte que estos días que me quedan aquí, de seguido, los pasemos juntos y bien. Y parece que no quieres.

No quiero escuchar cuentos de futuros inciertos. Quiero un ahora juntos que me llene de recuerdos cuando me vaya.

"Joder, qué trágica", pensarás. ¿Y cuándo no? ¡Soy así de imbécil! ¡Sufro por todo y no lo hago a propósito! No te estoy pidiendo nada más que pasar estos días juntos, sólo eso. Hacer un esfuerzo. Ambos.

Ni te imaginas lo ninguneada y apartada que me siento de ti cuando te pido ayuda y me das de lado y luego vas a ayudar a otros, cuando yo llevo pidiéndotelo semanas. Me cambia el ánimo por completo. Me hace sentir despreciada e infravalorada.

"Dios, para ya, no sabes lo que dices, estás exagerándolo todo". ¿Verdad? ¿A que has pensado eso? Ponte en mi lugar y piensa todas las veces que te pido ayuda y me respondes un no o me das largas.

"¿Y yo qué?", pensarás. Estoy cambiando. Me lo noto. Voy a mejor. Pero ahora mismo estoy aterrada. Siento pánico. Y busco refugio. Calor. Y sabes que tú eres eso para mi.

He aprendido a llorar por dentro. A dejar pasar. A no darle importancia a cosas estúpidas. A no preocuparme tanto. A dejarte tranquilo. A no agobiarte. A pensar antes de hablar. A decir las cosas claras. A poner las cartas sobre la mesa. A no dramatizar. Todo eso he aprendido y sigo aprendiendo, y estoy feliz por ello. Pero necesito ver que mi esfuerzo es valorado, al igual que tú lo necesitas.

Sé que pocas cosas de las que prometiste las estás cumpliendo, pero las que cumples, las cumples. Y estoy feliz, porque has aprendido a no gastar tantas bromas, por ejemplo. A comprender mi fobia. A decirme cuándo te sientes mal y por qué. A escucharme. Pero en otras estás desaprendiendo y no te das cuenta.

Estoy triste porque me voy. No quiero irme, pero es lo que tengo que hacer, porque es bueno. Pero más triste estoy de ir detrás de ti pidiéndote atención y cariño cuando más perdida me siento.
No tengo carrera aún, estoy nerviosa por lo de los llamamientos dichosos, no sé qué me van a decir, no sé si voy a entrar en la carrera que quiero, no sé cómo voy a llevar el vivir fuera de mi casa, no sé si me va a gustar la carrera o no. Me siento mal por haberle hecho gastar a mi madre tanto dinero en el piso, por mucho que ella diga que ya contaba con este gasto. Estoy muy preocupada por mi abuela y me parte el alma cada vez que me pregunta por Murcia y ver la cara de tristeza que se le pone cuando le digo que me voy a ir. Voy a echar muchísimo de menos a mi perra. Y a ti, por mucho que digas que vas a subir y que yo voy a bajar. No va a ser lo mismo.

Dios... estoy muerta de miedo, y parece que miras para otro lado. No quiero nada. No quiero soluciones. Sólo quiero pasar el máximo tiempo posible juntos antes de irme. Pero ya no te lo voy a pedir más, porque siento que estoy haciendo el ridículo.