jueves, 15 de octubre de 2015

No se puede cambiar lo que nace solo...

No puedo cambiar más, me nace insistir siempre, con todos, con todo...
Que sí, que a algunos les da igual, a otros les molesta y a otros les hace gracia... vale
Pero no puedo cambiar más.

Insistir, esperar más, ponerme nerviosa ante cambios, apretar la mandíbula sin darme cuenta, decir chorradas que no vienen a cuento, reírme sola por un chiste que me he contado, pensar mal de alguien porque sí, montarme películas de cosas insignificantes, amar incondicionalmente...

Hay cosas en uno mismo que puede cambiar, y se cambian, pero donde hubo fuego, cenizas quedan, y siempre hay un resquicio de esa manía, TOC, TIC o como quieras definirlo.

Me quito espinillas cuando estoy nerviosa, de todo el cuerpo; me rasco la nariz cuando me siento observada; me remuevo el pelo cuando voy por la calle; me apoyo en la pared cuando hay visitas en casa y no me puedo sentar; me siento encorvada en clase y luego me apoyo en el sillón unas doce veces en una hora, cuando alguien está serio pienso que le pasa algo y pregunto e insisto hasta que me contestan, no comienzo conversaciones en whatsapp, sólo en dos grupos y una persona; no friego los platos a no ser que me sienta mal o sea ultra necesario; distorsiono la realidad cuando me siento mal conmigo misma; siempre tengo dos frases o tres que destrozan a las personas que más quiero y luego me muero por dentro de arrepentimiento; cuando me cabreo suelto muchos tacos y si me dicen que me calle o me relaje me pongo peor; esperar comportamientos de los demás... y así puedo seguir... una y otra y otra y otra...

He intentado cambiar muchas, con algunas lo he conseguido, con otras estoy en ello, pero sin embargo, unas cuantas me cuestan muchísimo.

Y me duele mucho, porque no son beneficiosas ni para mí ni para el que está al lado. Hago esfuerzos terribles que se destruyen en el momento en el que no controlo. Y comienzan las discusiones, las malas caras, los dolores de cara, la hinchazón del cuello, las jaquecas, los vértigos... y me resquebrajo, de ver que lo que había conseguido se queda hecho añicos en un momento. Y por más que pida perdón no puedo más que sentirme mal. Pero no puedo negar mi naturaleza. No puedo dejar de comportarme de una forma que me nace sola. A lo mejor no puedo ahora y en un futuro próximo doy un vuelco. Pero ahora no me sale.

Mi vida ha dado un giro de 180º y estoy en una situación en la que hace dos meses no me veía. Estoy madurando demasiado rápido y no consigo asimilarlo del todo. Como cuando tienes mucha sed y bebes deprisa y te atragantas, pero consigues saciarte. Pues igual estoy. Me desborda todo. Y conseguiré ponerlo en su sitio y no estoy pidiendo un trato especial. Comprensión, es lo único.

En una semana mi vida ha cambiado. Estoy en otra ciudad, con gente nueva, en una casa nueva, con estudios nuevos, métodos nuevos, profesores nuevos, calles nuevas, sensaciones nuevas, experiencias nuevas.... todo nuevo. Realmente es difícil adaptarse a todo en 5 días. Mi vida comienza ahora y todo se me echa en la cara, como cuando abres el horno para coger la pizza y te da todo el calor en la nariz. Al principio te abrumas un poco, pero luego coges la pizza y te la comes. Pues yo estoy abriendo el horno de mi vida para coger la pizza, pero me estoy quemando la nariz. Y tengo derecho a mirar para atrás para no quemarme las pestañas, pero no implica que deje que la pizza se queme. No sé si se me está entendiendo.

No puedo pretender estar estable estos días, porque mi naturaleza es la contraria. Soy muy inestable, como el viento. Hoy puedo ser una brisa y mañana un huracán, así, sin avisar, y me lo llevo todo por delante o refresco el ambiente.

Ser joven es complicado, mucho. Es sin duda la etapa más difícil y dura de la vida, pero no por ello deja de ser la más hermosa.

Pido comprensión y paciencia, voy a volver a mi cauce. De verdad. Sé cuándo me equivoco y cuando me paso. Me doy cuenta de todo. Pero necesito un tiempo para estabilizarme. Y mucho amor.

Lo siento, pido perdón a todos los que os está tocando aguantarme en este momento, pero todos pasamos por algo similar alguna vez y nos volvemos insoportables, irascibles y nerviosos. Me calmaré antes de que os deis cuenta, no me lo tengáis en cuenta todo, hay cosas que me salen sin querer...

Y lo que no pueda cambiar, así se quedará hasta que desaparezca o se agudice. Yo no puedo hacer ya tanto. Si a alguien le molesta, de veras que lo siento, pero no puedo hacer más. Lo intento, pero no prometo nada.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Puedo afrontarlo, sólo necesito amor

Los días están pasando cada vez más rápido y el tremendo cambio se avecina. No sé si estoy contenta o no, pero lo que sé es que tengo miedo. Y lo peor de todo es, que te busco, y no te encuentro.

Una persona aterrorizada por lo nuevo, sabe que va a pasar, pero necesita apoyo por mucho que ella sola pueda con todo lo que se proponga.

No paro de pedirte ayuda, aunque sean cosas estúpidas, y me das la espalda con una excusa cutre o con un enfado. Ni te imaginas lo que puede llegar a doler.

Voy mendigando cariño porque me siento indefensa. Tengo miedo, joder, mucho miedo al cambio, a irme, a no ver a los míos por bastante tiempo. Es una ciudad desconocida, donde me pierdo sin querer. Gente nueva, clases nuevas, absolutamente todo nuevo. Y no, no hay nada malo. Pero, ¿jamás has sentido la desprotección de lo desconocido?

Estoy agotada de pedirte que estos días que me quedan aquí, de seguido, los pasemos juntos y bien. Y parece que no quieres.

No quiero escuchar cuentos de futuros inciertos. Quiero un ahora juntos que me llene de recuerdos cuando me vaya.

"Joder, qué trágica", pensarás. ¿Y cuándo no? ¡Soy así de imbécil! ¡Sufro por todo y no lo hago a propósito! No te estoy pidiendo nada más que pasar estos días juntos, sólo eso. Hacer un esfuerzo. Ambos.

Ni te imaginas lo ninguneada y apartada que me siento de ti cuando te pido ayuda y me das de lado y luego vas a ayudar a otros, cuando yo llevo pidiéndotelo semanas. Me cambia el ánimo por completo. Me hace sentir despreciada e infravalorada.

"Dios, para ya, no sabes lo que dices, estás exagerándolo todo". ¿Verdad? ¿A que has pensado eso? Ponte en mi lugar y piensa todas las veces que te pido ayuda y me respondes un no o me das largas.

"¿Y yo qué?", pensarás. Estoy cambiando. Me lo noto. Voy a mejor. Pero ahora mismo estoy aterrada. Siento pánico. Y busco refugio. Calor. Y sabes que tú eres eso para mi.

He aprendido a llorar por dentro. A dejar pasar. A no darle importancia a cosas estúpidas. A no preocuparme tanto. A dejarte tranquilo. A no agobiarte. A pensar antes de hablar. A decir las cosas claras. A poner las cartas sobre la mesa. A no dramatizar. Todo eso he aprendido y sigo aprendiendo, y estoy feliz por ello. Pero necesito ver que mi esfuerzo es valorado, al igual que tú lo necesitas.

Sé que pocas cosas de las que prometiste las estás cumpliendo, pero las que cumples, las cumples. Y estoy feliz, porque has aprendido a no gastar tantas bromas, por ejemplo. A comprender mi fobia. A decirme cuándo te sientes mal y por qué. A escucharme. Pero en otras estás desaprendiendo y no te das cuenta.

Estoy triste porque me voy. No quiero irme, pero es lo que tengo que hacer, porque es bueno. Pero más triste estoy de ir detrás de ti pidiéndote atención y cariño cuando más perdida me siento.
No tengo carrera aún, estoy nerviosa por lo de los llamamientos dichosos, no sé qué me van a decir, no sé si voy a entrar en la carrera que quiero, no sé cómo voy a llevar el vivir fuera de mi casa, no sé si me va a gustar la carrera o no. Me siento mal por haberle hecho gastar a mi madre tanto dinero en el piso, por mucho que ella diga que ya contaba con este gasto. Estoy muy preocupada por mi abuela y me parte el alma cada vez que me pregunta por Murcia y ver la cara de tristeza que se le pone cuando le digo que me voy a ir. Voy a echar muchísimo de menos a mi perra. Y a ti, por mucho que digas que vas a subir y que yo voy a bajar. No va a ser lo mismo.

Dios... estoy muerta de miedo, y parece que miras para otro lado. No quiero nada. No quiero soluciones. Sólo quiero pasar el máximo tiempo posible juntos antes de irme. Pero ya no te lo voy a pedir más, porque siento que estoy haciendo el ridículo.








viernes, 21 de agosto de 2015

Time

Cuantos meses si pasar por aquí...

Dios... estoy feliz, joder, estoy feliz.

Este verano, lejos de lo mierdoso que está siendo, están pasando una serie de cosas que no pensé que sucederían.

Echo la vista atrás y veo lo que he logrado y... ¡buff! ¡Es muchísimo!

Pero ahora, como la vida da una de cal y una de arena, se ha convertido en un momento no malo pero sí complicado, o a lo mejor es más sencillo de lo que me imagino. Va a ser eso.

Tiempo. Tan irrelevante, efímero como cruel y fresco.

Sí, vale, esto es un texto dirigido a ti o a nosotros, como quieras verlo.

Este tiempo que necesitamos me ha venido un poco de improvisto, pero creo que era evidente que nos lo teníamos que dar. No es plato de buen gusto para ninguno, por supuesto, pero hay que afrontarlo como debemos.

Y este tiempo siento que duele, desespera, tranquiliza y oxigena. Son muchos sentimientos juntos que a veces ponen una sonrisa que me encharcan los ojos, pero no lloro.
Tal vez no quiera saber lo que siento, y es lógico, la presión a la someto con estas cosas a veces exaspera y ahoga. No lo hago intencionadamente, ya lo sabes.

Hablando conmigo he llegado a la conclusión de muchas cosas. Tenemos que aprender mucho. Y no, no vengo a decirte lo que tienes que aprender tú, eso ya lo sabrás en su momento, yo, no lo sé.

Tengo que dejar de ser tan egocéntrica, que no egoísta, en las diferente situaciones que se nos presentan, y mantener el control, aunque no implica la calma, para no perderme por mis mares.

También he de cultivar la paciencia y arrancar el exceso de control. Liberarme de mis propias ataduras que atan al que se pone a mi lado.

Los problemas se solucionan cuando tienen que solucionarse, ni antes ni después, pero siempre hay que tener el propósito y las ganas de llevarlos a puerto y no quedarnos a la deriva como parece que hacemos. 

Realmente veo positivo esto, positivo y necesario. Y sí, te echo muchísimo de menos, muchísimo, pero no me duele, ¿me explico? Tengo ganas de abrazarte y besarte y hacerte caricias hasta que te hartes, pero sé que es mejor que no te diga nada.

A veces necesitamos pensar y analizar lo que no nos gusta y lo que nos intoxica y mejorar. Siempre mejorar. 

Estoy deseando poder aprender bien esta lección que la vida me ha dado y estar mejor de lo que estuvimos. Pero sobretodo tengo ganas de terminar el verano juntos y bien. Pero no como antes, no, mejor que antes.

Espero que lo que pienses y resuelvas te ayude y nos ayude.
Y espero con muchas ganas nuestra vuelta.

Te quiero muchísimo.






jueves, 23 de abril de 2015

Patatas fritas

.- Estoy muerta de miedo-. pienso mientras me como un montón de patatas fritas hechas por mi madre. Tal vez un poco saladas, o es que yo tengo la boca como un mar después de llorar y comer.

Después de ese pensamiento y de que el whatsapp no deja de sonar, mientras le cuento a una amiga lo que me sucede por dentro, como más rápido y con ansias de saciar este hambre de cena.

Pero muerta de miedo.

Estoy aterrada. Diferentes cosas han pasado estas semanas. Demasiado dolorosas como para no llorar. Y lloré poco. Por lo menos no lo que yo suelo llorar en esos casos. Tal vez el propio miedo me paraliza y me convierte los ojos en temerosos desiertos al sol. O simplemente no encuentro la palanca que hace que el agua se desparrame, inundándome la cara y las comisuras con tan poco respeto por las hendiduras de la piel que casi me ahoga.

Hacía demasiado tiempo que no escribía. Y me doy cuenta que lo hago para respirar. Para dejar que mi alma respire mientras suelto lo que pienso, y luego lo leo y me alecciono yo misma de lo que tengo o no tengo que hacer. O simplemente lloro delante de la pantalla. Trabajo estúpido el mío, pero en el teclear encuentro un abrigo y una relajación que no consigo con el boli y el papel, o contándolo a viva voz, porque, simplemente, no me salen las palabras cuando hablo. Se me desordenan las ideas, se me traba la lengua, se me nublan los oídos y se me paraliza la mirada en un desenfoque continuo. Es frustrante porque no consigo mediar ni conmigo misma.
Pero tecleando encuentro ese placer del orden mental en este jodido caos que tengo dentro de mi.

Estoy muerta de miedo. Me enfrento a mis demonios cada día, como todo el mundo. Y tengo miedo de no dar la talla, de no conseguir lo que me propongo, que es, relativamente pobre que lo que antaño podía exigirme. Me aterra llegar a mis metas y no se capaz de realizarlas por la puta parálisis que me provoca la idea de afrontarlas. Y cuando lo hago, es tan inútil a los ojos de todos, tan simple y vago, que me produce más dolor que el propio dolor de dejarlo por hacer. Pero luego están las fustas con cuchillas para decirme qué mal lo hago y obligarme a ponerme para volver a lo mismo. Y es el miedo. Un miedo que intento superar, frenar, saltar, esquivar, enfrentar... y pocas veces lo consigo, porque cada día va a más.

He apartado el plato de patatas sin terminar de delante de mi. Están frías.

Pero el miedo a mi propio mal está aderezado con otros que me desgarran. Otro.

Y hago una pausa. No me acordaba lo duro que es escribir. Necesito respirar o me ahogaré.

No tengo excusas ni motivos para lo que me ocurre. Este estado taciturno, tardío, oscuro pero radiante, de reírme en la calle y llorar en la cama, de quererte y odiarte, de necesitarte y obviarte.

Sólo tengo mucho miedo. Y me comporto como un animal asustado.

De un lado a otro, sin mirar ni escuchar, sólo quiero huir, pero me enfrento. Me asusto y retrocedo de nuevo. Me enfado y me rebelo contra mí arrasando con todo lo que hay a mi alrededor, y cuando paro y miro lloro de tristeza y arrepentimiento. Pido mil disculpas con el corazón en una mano mientras con la otra me aguanto la rabia de reventar este corazón que vive en un contratiempo contínuo. Y desafina tanto que ya hace daño hasta al más sordo.

Soy una fiera ahora mismo. Incontrolable e impredecible. Salvaje. No consigo dominarme. Exploto hacia dentro y hacia fuera. Quemo y me quemo.

Es el miedo el que me hace ser así. Y no quiero refugiarme en él. No se lo merece.

Pero veo que te apartas de mi lado, el pilar más importante de mi vida. Desde que pronunciaste esas palabras aquella noche vivo en un sin vivir de lágrimas ahogadas en los reflejos del espejo del baño cada mañana al despertar, guardadas en la bañera que corren artificialmente cada vez que me ducho, con la excusa de que luego me sentiré mejor, pero no es verdad.

Cuando me reprochas se me cae el mundo encima. Cuando me dices cómo te sientes me muero por dentro. Me comporto como una egoísta, y es jodidamente asqueroso. No. Soy jodidamente asquerosa.
Pero soy un caos, un puto desorden que va por el mundo llorando y dando lástima para sentirme mejor conmigo misma porque no sé enfrentarme a mis miedos y necesito de los demás para seguir mi camino.

No sé si es el miedo, que no me encuentro. No me sitúo en el espacio ni en el tiempo.

Estoy muerta de miedo. Paralizada. Bloqueada. La vida me está enseñando bien.

domingo, 8 de marzo de 2015

Hacía tiempo que no sentía este frío casi de enero.
Hacía tiempo que no me sentía rota.
Que no me sentía tan triste.

Tan sólo por una estúpida promesa rota por una jaqueca.
No, estúpida soy yo por hacerme ilusiones. Por pensar que por fin iba a ir de la mano de mi amor por las calles de mi ciudad. Como si fuera su perra. Qué imbécil soy.

Y aquí me veo, llorando como una idiota, por una situación estúpida, que me hacía demasiada ilusión como para pensar que esta vez, después de seis meses, al fin podría cumplirse.

Y aquí no hay culpa ni culpables, es tonto pensar eso. Hay situaciones, sentimientos y consecuencias.

martes, 20 de enero de 2015

Tropiezos

Cuando tropiezas con la vida, de vez en cuando te caes. Y en esa caída, lo mismo te haces daño tú, como se lo haces a los de tu alrededor sin mayor por qué de tu dolor. De verte en el suelo de nuevo cuando creías superada la piedra anterior.

Y a veces no es la vida, simplemente tropezamos con nuestros propios pies, y le echamos la culpa al de atrás por pisarnos, cuando nos hemos zancadilleado nosotros mismos.

Y cuando te das cuenta de tu error, te duele la rodilla y el corazón. La boca y las manos. La cabeza y el alma. Pecamos de egocentrismo, todos, sin excepción, en mayor o menor nivel. Y cuando nos percatamos, una losa se nos cae encima.

Cómo duele estar tirada en el suelo con heridas abiertas mientras abrimos otras.




                         Y por más que le pidas perdón al vaso roto, éste no se reconstruye solo.


jueves, 1 de enero de 2015

Querido 2015:

tu primo 2014 fue un año de mierda, y tú, imagino, por eso de la familia, creo que no vas a ser menos. Quisiera anunciarte que no espero ABSOLUTAMENTE nada de ti. Nada. Puesto que siempre pongo expectativas muy altas e inalcanzables, el propósito de este año es no esperar. Ni a ti, ni a nadie. Estoy cansada de hacerme ilusiones por todo, si nunca se cumplen, porque yo misma las elevo tanto, que cuando llegan, se quedan a la altura del betún, y ya te puedes imaginar. Estoy cansada de mi forma de actuar ante las decisiones y los problemas. Por eso no voy a esperar ni de mi misma, aunque sí que me gustaría encontrar un sueño por el que luchar y volver a tener ilusión por las cosas, y eso no lo hace otra persona que no sea uno mismo. Pero es que todo me da pereza y se ve todo tan monótono y aburrido, que parece que no merece la pena. Tengo demasiado tiempo libre. DEMASIADO. Y no lo aprovecho. Me propongo mini-retos y no los cumplo, y eso me hace verme como una persona sin voluntad por mejorar y mantenerme activa, y siento que poco a poco me vacío de vida. Y soy yo misma, que no me impongo ante mi cuerpo y mi mente. Espero a que haya un "click" que me haga cambiar radicalmente, y es una estupidez. El "click" soy yo, y aquí estoy, mirando el botón. Y me aburro de mirar, efectivamente. Me aburro de esperar algo que no va a llegar hasta que yo me ponga en marcha, y siempre buscando excusas, dios... Lucía, cállate ya de tanta excusa, tienes la fuerza que quiere salir, tienes que alejarte de lo que te anula.

Desde luego, hay días que se estropean solos, y otros que me los estropeo yo misma. Últimamente estoy notando cómo esa frialdad que me caracteriza va subiendo por mi, y parece raro, pero me encanta, porque esta soy yo. Independiente y fría, pero no todos los días, no pensemos mal. Voy notando cómo hay cosas que me preocupan y otras que me dan verdaderamente igual, que me importan una soberana mierda, hablando en plata. Es maravilloso. Voy teniendo criterio de nuevo, y nuevo. Cuántos años anulada, y yo sin darme cuenta. 

Este año van a haber muchísimas despedidas: adiós miedo, adiós pereza, adiós tiempo desocupado, adiós preocupaciones, adiós decisiones premeditadas, adiós gente tóxica, adiós sentimientos venenosos, adiós aburrimiento, adiós problemas estúpidos, adiós dolores, adiós llantos, adiós sentimiento de culpa sin sentido, adiós chantajes, adiós a todo aquél que no me quiere, adiós a Lucía la triste. ¡Púdrete en el puto infierno y déjame vivir ya de una jodida vez!


Y sí, sé que hay que renunciar a muchas cosas, pero ya está bien de renunciar a mi felicidad por la de los demás. Me toca a mi.

¡Quiero ser feliz! ¡Y lo voy a ser, porque me lo merezco!




¡Y ESTA VEZ TENGO TODO UN AÑO PARA LLEVARLO A CABO! ¡Y VA A SER DE VERDAD!