Y a veces no es la vida, simplemente tropezamos con nuestros propios pies, y le echamos la culpa al de atrás por pisarnos, cuando nos hemos zancadilleado nosotros mismos.
Y cuando te das cuenta de tu error, te duele la rodilla y el corazón. La boca y las manos. La cabeza y el alma. Pecamos de egocentrismo, todos, sin excepción, en mayor o menor nivel. Y cuando nos percatamos, una losa se nos cae encima.
Cómo duele estar tirada en el suelo con heridas abiertas mientras abrimos otras.
Y por más que le pidas perdón al vaso roto, éste no se reconstruye solo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario